martes, 15 de marzo de 2011

Mis molletes y magritas

Qué angustia que me ha entrado querida Maricruz, cuando me hallaba rebuscando en el armario de la cocina y ante mis ojos, aparecía la caja de esas pastillas que quieren hacer desaparecer lo más querido y apetecido de tu cuerpo para mi caprichosa anatomía y sentido del tacto.
¿Cuando me lo pensabas decir? ¿Pensabas que no me daría cuenta de tan significativa desaparición y pérdida?.
Y no matizo lo de significativa por la cantidad, si no por la calidad. No he conciliado el sueño ese que gusta disfrutar a las nueve y media de la mañana. ¿Cómo me orientaría yo en nuestro lecho?
Esa magrita tan maravillosamente dispuesta sobre el límite que separa el oblicuo externo y el tensor de la fascia lata . ¡Olvídate Maricruz! tu cuerpo será tuyo, pero no puedo renunciar de ninguna de las maneras a esa porción de tu cuerpo y menos aún, al molletito que se esculpe en tu admirado y maravilloso culo, y que a forma de estrecho de Gibraltar (Español) se te ubicó acertadamente entre el glúteo mayor y el abductor mayor.
Si esto te lo ha mandado el médico, que se vaya buscando un padrino, mañana a las siete de la mañana nos batiremos en duelo, pudiendo elegir armas, bien pistola o sable de caballería si le place. Pero el honor de esas porciones tuyas, son mías y nunca renunciaré a ellas. ¡Faltaría más!